La Dirección del centro lo anunció a bombo y platillo como "una actividad interesante para el futuro de los estudiantes de Secundaria". Lo hizo por la vía del comunicado oficial con apenas veinticuatro horas de antelación. A pesar de lo tardío de su convocatoria, el éxito ha sido rotundo: el IES Almina ha acaparado este 21 de mayo las miradas (y el tiempo) de varios cientos de potenciales alumnos de formación profesional.

El objetivo era dar a conocer a los chavales de entre 15 y 16 años el catálogo formativo que ofrece el instituto. No era la primera vez que se hacía, pero puede que sí haya sido la que mejor se ha organizado y, por ende, la que más expectativas ha levantado hasta la fecha. El formato elegido por el liceo para materializar sus pretensiones ha sido el propio de una jornada de puertas abiertas. Estaban llamados a tomar parte en ella escolares de todos los centros de la ciudad. Todos son todos.

La idea inicial era alcanzar la cifra de 500 invitados. Bajo el eslogan 'Ven y verás', se buscaba hacer ver a todos ellos qué hay al otro lado de las puertas que dan acceso al Almina y todo lo que allí se cuece a diario. Al final, por una cuestión puramente programática, las previsiones no se han cumplido. "Ha habido centros que, por temas de agenda, han declinado nuestra propuesta", revelaba Manuel Maldonado. La acogida, en cualquier caso, ha sido mayúscula.

En síntesis, lo que perseguía el equipo directivo era mostrar a los menores "una radiografía completa" de lo que supone matricularse en el instituto y cursar allí un grado de FP. El volumen de chavales ha sido tal que ha habido que disponer dos turnos: el primero, de 09:00 a 11:30 horas; el segundo, desde el mediodía hasta entradas las dos de la tarde. En ambos casos, el modus operandi ha sido el mismo: un recorrido interactivo por los diferentes ciclos que el liceo tiene en cartera.

Daban forma al evento un total de nueve talleres, a saber: servicios de restauración, cocina, pastelería, electromecánica, pintura, laboratorio, auxiliar de enfermería, farmacia y emergencias sanitarias. Estas tres últimas han hecho del patio del centro su particular escenario. Coronaba la estampa una ambulancia que ocupaba el lugar en el que, normalmente, se sitúa La Almineta. En torno a ella, varias decenas de educandos aguardaban su turno para poner en práctica los conocimientos que les acababan de inculcar.

En un extremo, un nutrido grupo observaba con detalle cómo una enfermera aplicaba sobre un maniquí la archiconocida maniobra de Heimlich; a pocos metros, otro grupúsculo realizaba en torno a un segundo monigote técnicas de reanimación cardiopulmonar. Nadie apartaba la mirada; todos querían ser partícipes de lo que estaba ocurriendo.

La crème de la crème estaba en la zona que hace las veces de campo de entrenamiento de quienes estudian cualquier cosa relacionada con la cocina. Tras las puertas del espacio dedicado al comedor, un puñado de futuros chefs daban la bienvenida a sus hoy huéspedes a golpe de manjar. "Os recibimos con los brazos abiertos", bromeaba una de las tutoras.

Aquellos que digan que, llegados a este punto, no se han sentido tentados de saltarse la dieta, mienten descaradamente. La carta de presentación la conformaban exquisiteces del orden de mini hamburguesas y tacos de pollo al estilo mexicano. Los cocineros han tenido a bien dispensar alguna que otra muestra entre sus comensales, pero también algo mucho más importante: las técnicas a emplear para elaborar esas mismas muestras.

La cara dulce la han aportado los aspirantes a maestros reposteros. En la trastienda de la cocina, una cuadrilla de hábiles pasteleros se afanaba -manga en mano- por crear postres de toda clase y sabor. Pese a lo variado de la oferta, el grueso de la atención lo han acaparado unas galletas de chocolate que -y esto es opinión con conocimiento de causa- estaban para chuparse los dedos.