La pobreza es concebida y debe ser entendida como un fenómeno multidimensional y no solamente desde el de privación de ingresos, sino también desde lo relacionado con la educación, la salud o el empleo.
Aún cuando existe entre algunas personas la impresión de que las vidas de las mujeres mejoran en el mundo, hay cifras que desmienten ese tópico y que ponen de manifiesto cómo la pobreza está cada vez más unida al hecho de ser mujer.
Sé que hay a quien le puede parecer exagerado, pero la realidad es fácilmente analizable revisando las estadísticas nacionales existentes en las que aparecen los datos desagregados por sexos, por lo que podemos afirmar rotundamente que la pobreza es y tiene cara de mujer.
Además, hay que tener en cuenta que las consecuencias de los platos rotos que está dejando por el camino la crisis y con ella el fin del Estado de Bienestar tal y como lo conocíamos, están haciendo que la expresión “feminización de la pobreza”, acuñada hace décadas, siga a la orden del día. Hoy por hoy, referirnos a la feminización de la pobreza sigue suponiendo manifestar el creciente empobrecimiento de las mujeres además del empeoramiento de sus condiciones de vida.
Aunque aún no se puede cuantificar con exactitud el número de mujeres que viven en Ceuta bajo los umbrales de la pobreza dentro del 40% genérico, para hacernos una idea puede bastar que miremos a nuestro alrededor. Pensemos en todas las mujeres que conocemos. ¿Cuántas de ellas acuden a los servicios sociales y a entidades sociales a solicitar algún tipo de ayuda para ellas y/o para sus familias? ¿Cuántas se movilizan a lo largo del día haciendo trámites que pueden redundar en el beneficio de sus dependientes (becas, abonos, ayudas…)? ¿Cuántas se conforman con encontrar un trabajo a media jornada por poder atender a sus familias? Muchas sin duda.
Hay que tener en cuenta también que la contribución al hogar del trabajo doméstico no remunerado pasa muchas veces desapercibida o se da por habitual y normal que toda su carga vaya sobre las espaldas de las mujeres, algo que sólo puede ser paliado mediante la concienciación de todas las personas que constituyen la unidad familiar de que el trabajo doméstico debe ser realizado y distribuido entre todos los componentes de la misma.
Con semejante panorama, encontramos día a día a mujeres a las que a la carga de ser las sustentadoras de sus familias se les suma la de las obligaciones familiares y domésticas. Mujeres con escasos recursos, especialmente cuando son las únicas encargadas de mantener a sus familias, porque si en algún perfil de mujer se nota especialmente como afecta la feminización de la pobreza es en aquellas unidades familiares compuestas por madre e hijos/hijas.