Una facultad pensada para los alumnos (acusación)


Una facultad pensada para los alumnos (acusación)
Una facultad de estudios jurídicos estaba instalada en un edificio histórico, realmente soberbio, pero absolutamente inoperativo para la función que desempeñaba. Clases cochambrosas, profesores hacinados en trasteros a los que se accedía a través de un laberinto de pasillos, un número de puesto de biblioteca absolutamente ridículo y todas las carencias y servicios que debería [...]

Una facultad de estudios jurídicos estaba instalada en un edificio histórico, realmente soberbio, pero absolutamente inoperativo para la función que desempeñaba. Clases cochambrosas, profesores hacinados en trasteros a los que se accedía a través de un laberinto de pasillos, un número de puesto de biblioteca absolutamente ridículo y todas las carencias y servicios que debería tener un centro de enseñanza superior.

Pero como en el mundo, en esa facultad también se daba una distribución desequilibrada del espacio, que era la gran riqueza del lugar. Había determinados profesores que tenían despachos dignos de Napoleón III, con mobiliario catalogado y que, en muchas ocasiones, solamente utilizaban para sus actos de representación profesional no universitaria.

Con algunas décadas de retraso la administración competente decide construir una nueva sede para dicha facultad. Se construyeron varios edificios con despachos de unos 14 metros cuadrados para cada profesor, salas de reuniones, aseos, clases de las que el techo no se caía, salas de estudio, de informática, comedores y esas cosas que suelen considerarse deseables.

El grupo de los profesores que habían perdido sus despachos imperiales estuvieron musitando durante las semanas de traslado todo tipo de quejas. Al tiempo, son lentos, consiguieron formular sintéticamente su queja bajo el lema: ‘han hecho una facultad pensada en los alumnos’.

De ese axioma sacaron grandes e importantes aportaciones para la reforma inmediata de la nueva sede. Lo importante era eliminar los comedores y otros los lugares destinados a los alumnos (que con los nuevos planes de estudios van a estar doce horas al día allí), para hacer despachillos donde acumular a los profesores de menos abolengo, con la finalidad de poner coger varios despacho y, tirando los tabiques, hacer uno a medida de su dañada dignidad.

No quiero generalizar un caso concreto, pero sí me parece que muestra un síntoma del sistema universitario español. En muchas instituciones universitarias el alumno es un mal tan necesario como molesto, al que hay que relegar a un papel inevitable y tratarlo con el mayor desprecio. Una universidad donde lo importante era que unos pocos tuvieran despacho dignos de jefes de Estado a costa del especial esencial para trabajar, dar clases y estudiar.


Filed under: Celtiberia, Elitismo, Sociedad, Universidad
Posted originally: 2010-09-09 12:00:35

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